04 septiembre 2006

 

"Salvar el Poblado Minero". Francisco Acedo.

La amenaza de destrucción de nuestro patrimonio histórico se cierne de nuevo sobre Cáceres, personificada en el Poblado Minero de Aldea Moret. No será necesario hacer reseña histórica o descriptiva sobre el mismo, ya que, el pasado 20 de agosto, el Profesor Campesino expuso ampliamente el tema en esta misma tribuna. Tristemente, la insensibilidad y el desconocimiento de nuestra historia pueden llevarnos a la pérdida irreparable de una parte única e irrepetible de la misma.
Desgraciadamente, los atentados hacia el patrimonio se han sucedido incesantemente a lo largo de los siglos. Por no hacer listas farragosas, les recordaré únicamente las puertas de Mérida y del Socorro, el Seminario de Galarza, la Casa de las Chicuelas o el Puente de San Francisco, aunque la sucesión de nombres podría continuar ad nauseam. La administración no sólo debe velar por la conservación del patrimonio cultural, sino que, además, tiene la obligación de poner al mismo en valor. Pero no podemos olvidar que el concepto de patrimonio es amplio y no puede ni debe ceñirse exclusivamente al concepto de monumentalidad.
El exceso de celo que produjo el pensamiento monumentalista y su vertiente paisajista y pintoresquista, ha llevado en numerosas ocasiones a una verdadera sacralización de la miseria en áreas fuertemente protegidas, mientras que, en otras que no se adaptan a esos parámetros, la desprotección ha permitido una serie de atentados vandálicos perpetrados por desaprensivos y amparados por unos gobernantes carentes de criterio. El manto de la modernidad y el progreso recubren la impunidad.
Es, en ocasiones, difícil hacer entender -debido al amplio calado en las mentalidades colectivas de la identificación exclusivista de patrimonio y monumentalidad- que cierto tipo de arquitectura debe ser conservada. No hablamos de casas viejas o insalubres (como algunos pretenden hacer entender), hablamos de un entramado urbano único, con una traza singular, un verdadero fósil que merece toda nuestra atención. Hace unos años asistimos a la destrucción de las construcciones de nuestro ensanche (donde había ejemplos magníficos de regionalismo, eclecticismo y racionalismo) y hoy nos arrepentimos de ello.
A todas luces, esta situación debe analizarse desde un punto de vista de una concepción urbanística amplia en la que juega un papel primordial el concepto de la arqueología industrial, nacido en el pasado siglo. Los edificios pasan por épocas críticas en las que se desvalorizan en ese peligroso momento en el que, no siendo aún antiguos, se consideran viejos y su existencia corre peligro. Es necesario concienciar a la opinión pública sobre la importancia y relevancia de un conjunto único que corre el riesgo de ser reducido a escombros.
A lo que asistimos hoy no es más que otro de los capítulos de abandono a los que Aldea Moret se ha visto sometido desde el cese de la explotación minera. Lo que fue un puntal del desarrollo económico y social de Cáceres durante décadas hoy se debate a punto de su extinción, si Dios no lo remedia y los cacereños no lo impedimos con nuestra movilización. La recién creada Plataforma merece mi respeto e incondicional apoyo y espero que Cáceres -generalmente tan sensible a la conservación de su riquísimo patrimonio histórico, artístico, cultural y natural- no sea insensible y dé muestras redobladas de su sentido común defendiendo el Poblado Minero.

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